
Sin embargo, Warner Bros. estaba desesperada por tenerlo para una segunda parte. Es por eso que la batí señal volvió a brillar cuando le ofrecieron en esta ocasión absoluto control artístico. Esto significaba que ahora no habría ningún tipo de intervenciones. No tendría que complacer a los productores ni a los seguidores del comic ni a nadie. Esta sería su visión sin compromisos. Un Batman a su manera. Pero lo más importante es que Burton no iba darles sólo una aventura más del encapotado en el celuloide. No. Burton estaba a punto de entregarles algo que jamás habrían podido anticipar.

Si ustedes son de las pocas e improbables personas en el mundo que no han visto aún Batman Regresa (Batman Returns, 1992) y sus ojos acaban de saltar con esta imagen, créanme que no los culpo. Es la misma reacción que un servidor tuvo cuando a los diez años entró por primera vez en contacto con ella. Estamos hablando de una película que me afecto muchísimo en distintos niveles.
Pero antes de tocar ese punto, ocupémonos primero del producto en sí. Batman Regresa no es una secuela en el sentido convencional del término. Es decir, lo es en tanto que hay un Batman, que Michael Keaton vuelve para encarnarlo y que mantiene cierta continuidad con la primera en algunos puntos (¿Recuerdan aquella escena en la que Alfred dejaba entrar a Vicki Vale como si nada a la batí cueva? !Pues ahora Bruce Wayne se lo echa en cara al mayordomo! Para los fans que en su momento lo consideraron un insulto a su inteligencia, constituye una compensación muy ocurrente y divertida). No obstante, esta no es la Ciudad Gótica que vimos anteriormente. Si aquella era una alusión clara a Metrópolis (1927) de Fritz Lang, esta sin lugar a dudas es El Gabinete del Dr. Caligari (1920) de Robert Wiene, con líneas estilizadas y perspectivas distorsionadas hasta el punto del delirio. De hecho, la película entera es un tributo a Caligari y al cine expresionista alemán. El maquillaje aplicado a Danny DeVito delata una influencia inequívoca de la caracterización de Werner Krauss en el filme de Wiene. Y no olvidemos que el nombre del personaje interpretado por Christopher Walken es Max Shrek, mismo que perteneció también al actor mejor recordado por encarnar al Conde Orlok en Nosferatu (1922) de F.W. Murnau. Otra gran diferencia radica en que esta producción se llevó a cabo por completo en California, dentro de enormes soundstages que tuvieron que mantenerse todo el tiempo a 35 grados bajo cero para dar la impresión de un verdadero invierno, tal y como se ve en pantalla. Eso significa que cuando vemos aire frío saliendo de la boca de los personajes, no es ningún efecto añadido en postproducción, !es de a de veras!
Desde el punto de vista creativo, la mayor aportación de Burton a la mitología del hombre murciélago fue su capacidad para re-inventar a dos de sus villanos más conocidos, llegando a transmitir por momentos la sensación de que si a Bob Kane jamás se le hubiese ocurrido crearlos, probablemente Burton lo hubiera hecho. El ejemplo más radical de ello lo encontramos en Oswald Chesterfield Cobblepot, mejor conocido con el sobrenombre de “El Pingüino”. Desde su primera aparición en Detective Comics # 58, no había dejado de ser retratado como un hombrecillo rechoncho y refinado que vestía traje de etiqueta, monóculo y cigarrillo en boquilla alargada. Sus únicas extravagancias eran su obsesión por las aves y las diversas sombrillas que utilizaba en calidad de armas. ¿Cómo hacer interesante a un personaje tan anodino? La respuesta es muy sencilla: volviéndolo más monstruoso y siniestro de lo que se podría esperar. Con esto en mente, Burton y el guionista Daniel Waters se dispusieron a hacer de él un autentico hombre pingüino: un niño deforme abandonado por su familia rica en las alcantarillas, donde años más tarde junta a un ejercito de pingüinos asesinos con los cuales planea destruir a todos los hijos primogénitos de Ciudad Gótica, en venganza por la infancia que nunca tuvo. Obeso, tosco, sicótico, secretando un desagradable liquido negro cada vez que experimenta emociones fuertes y con un apetito sexual que haría que el mismísimo Sigmund Freud se rascara la cabeza, el pingüino burtoniano es un testamento al talento del director para convertir a personajes clásicos en seres que habitan su particular universo fílmico.
Otro de los mayores aciertos de Batman Regresa es que a diferencia de su predecesora, se preocupa por desarrollar un papel femenino lo suficientemente fuerte como para convertirse en una digna contraparte del caballero de la noche. En mi humilde opinión, este siempre ha sido uno de los puntos débiles en esta franquicia. No quiero ponerme a hablar mal de Kim Basinger, pero es justo y necesario señalar que su personaje en el primer filme rara vez se salía del molde de la damisela en peligro, contribuyendo a que llegase un punto en que comenzaba a parecer realmente fastidiosa. Por fortuna, dicho error se ve corregido gracias a Michelle Pfeiffer en el papel de Selina Kyle, la burda secretaria de Max Schrek que justo después de ser victima de una de las maquinaciones de su jefe, regresa transformada en la despampanante y letal Gatubela. Al igual que con el pingüino, Burton aprovechó para darle una remodelación completa a su origen. De ser una ladrona corriente vestida en traje de gato, pasó a ser una mujer insegura que encuentra en su alter ego el poder para darle rienda suelta a la furia que siente por tener que vivir en un mundo dominado por el sexo masculino. Esto contribuye a que no sólo iguale, sino que incluso supere a Batman en términos de fuerza, agilidad y astucia. Pero más interesante aún es la dinámica que se maneja entre ambos a lo largo de la historia. Cuando Batman y Gatubela no se encuentran combatiendo a muerte en los tejados, Bruce Wayne y Selina Kyle comienzan un apasionado romance. Los dos son individuos marcados por la necesidad de una doble vida, lo cual los convierte en los perfectos amantes, y paradójicamente, en sus peores enemigos. Esta dicotomía alcanza uno de sus puntos más álgidos cuando se encuentran en una fiesta de disfraces y cada uno comienza a hacer insinuaciones subconscientes sobre el secreto del otro. Para añadirle un poco de ironía a la escena, ellos son los únicos en toda la fiesta que no vienen disfrazados. Burton retoma el concepto de la dualidad que había bosquejado en el filme anterior, logrando así una de las escenas más complejas que haya plasmado en toda su filmografía.
Batman Regresa fue estrenada el 19 de junio de 1992 en Estados Unidos, generando una ganancia de $45.69 millones de dólares en su primer fin de semana. Aún así, las reacciones generales fueron muy contradictorias. El problema se puede reducir fácilmente a una simple diferencia de expectativas. Tanto la crítica como el público se fueron con la idea de que verían una inofensiva superproducción veraniega de acción y aventuras. Pero en lugar de eso, se encontraron con una historia lúgubre, deprimente y más psicológica de lo que su estado de ánimo podía permitirles disfrutar. Lo que querían ver era a Batman combatiendo villanos y salvando a Ciudad Gótica; no al Pingüino manejando un carro en forma de patito gigante o a Gatubela metiéndose a la boca un pájaro vivo. De hecho, viéndolo en retrospectiva, creo que merece ser considerada como una de las películas más extrañas que haya sido producida por un estudio hollywoodense en la década de los noventa. Por desgracia, los ejecutivos en el área de mercadeo de la Warner no tomaron en cuenta ninguna de estas peculiaridades y cometieron el gravísimo error de armar toda una campaña de promoción como si se tratara de cualquier otro filme. Esto se hizo evidente cuando McDonald´s tuvo que retirar su línea de juguetes en el paquete infantil después de que varios padres de familia se quejaron de que la película era demasiado violenta para los niños.
La primera vez que la vi fue en el ahora desaparecido cine de la Avenida Colón. Por alguna razón que no recuerdo, fui acompañado no de mis padres sino de mis tíos maternos. Cuando salimos de la sala, la expresión indignada en sus rostros era verdaderamente indescriptible. Quien los hubiera visto pensaría que los acababan de asaltar o de golpear en el estomago. Yo, por mi parte, me quedé completamente callado durante el camino de regreso a casa. Lo que acababa de ver había causado algo nuevo y emocionante en mi interior que no podía explicar. Por primera vez me había sentido transportado a un mundo fantástico que ni siquiera en mis sueños o pesadillas más salvajes había imaginado que pudiese existir. Quería con todas mis fuerzas volver a ver ese mundo. Entrar a él, tocarlo, olerlo, comérmelo golosamente con todos y cada uno de mis sentidos. Llegó un momento en que verlo una y otra vez en videocasete tampoco era suficiente. Siempre quería más. Era una droga. Llegué entonces a la conclusión de que el motivo por el que nunca me daba abasto con este mundo se debía a que, más allá de visitarlo las veces que se me diera la gana, lo que yo quería realmente era descubrir qué había detrás de él. ¿Cómo fue creado? ¿Por qué fue creado de esa manera y no de otra? En pocas palabras, Batman Regresa marcó el momento en que dejé de ver al cine como mero espectador para comenzar a interesarme en el aspecto técnico y artístico del mismo. Junto con La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange, 1971) de Stanley Kubrick y Taxi Driver (1975) de Martin Scorcesse, fue la primera película que representó el principio del fin de mi virginidad cinematográfica.
Para transmitirles mejor una idea de mi viaje a este mundo nuevo, les presento a continuación la primera secuencia, con la cual el filme establece maravillosamente desde sus primeros minutos la atmósfera exacta dentro de la que se moverá a lo largo de su desarrollo. Los espero para el próximo capitulo de estas crónicas, en el que exploraremos a detalle las circunstancias en las que Burton se vio obligado a hacerse a un lado para que el futuro de Batman en la pantalla grande adoptase un camino diferente. Nos vemos.
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