jueves, 11 de diciembre de 2008

EL DINERO DE PACINO

DOS POR EL DINERO (TWO FOR THE MONEY, 2005)
Dirigida por D.J. Caruso.
Escrita por Dan Gilroy.
Producida por Jay Cohen, Wayne Morris y James G. Robinson.
Protagonistas: Al Pacino, Matthew McConaughey, Rene Russo, Jeremy Piven, Armand Assante, Jaime King y Kevin Chapman.

En 1999, Al Pacino contribuyó con su experiencia histriónica a la visión que Oliver Stone tenía sobre la pureza del deporte norteamericano supeditada a los intereses mundanos del capitalismo en la cinta Un Domingo Cualquiera (Any Given Sunday). En ella, Pacino pusó su cuerpo y alma en el personaje de Tony D´amato, un entrenador de fútbol que luchaba por transmitirles los valores del honor deportivo a jóvenes atletas interesados en anotar touch downs únicamente para ganar dinero. Era un idealista que defendía a capa y espada la noción de que el fútbol es una tradición antes que un negocio. Casi diez años después, Pacino regresa con un personaje al otro lado de la trinchera. Si el cine fuera un universo propio donde los personajes de cada película se vieran intríncadamente vinculados en una gran rama genealógica, Walter Abrahams, encarnado ahora por el veterano actor en Dos Por El Dinero, vendría a ser algo así como el primo o hermano descarriado de Tony D´amato. Carismático, maquiavélico y codicioso a más no poder, Abrahams es el director de una agencia de pronósticos deportivos en la que se ve introducido el joven Brandon “John Anthony” Lang (Matthew McConaughey), atleta frustrado que hará cualquier cosa por borrar las manchas del fracaso en su pasado y disfrutar de la riqueza acelerada e indiscriminada que Abrahams reparte con actitud patriarcal entre aquellos empleados suyos que estén dispuestos a lo que sea por ella.


Pese a la comparación de la que me he valido para abrir esta crítica, cabe aclarar que Dos Por el Dinero no es otro drama deportivo como todos los que siempre ha habido, siempre hay y seguramente siempre habrá. Es más bien un drama sobre apuestas deportivas, cosa tan rara como las escasas ocasiones en las que Pacino se ha dignado a honrar a las pantallas con su presencia durante los últimos años. La cinta pretende relatar, a la par que el ascenso económico y la caída de Brandon, los entretelones del negocio de la especulación; un mundo construido sobre los cimientos de las apariencias, al estilo de P.T. Barnum, donde los futuros de miles de personas descansan sobre el criterio de un grupo selecto de expertos, la avaricia constituye por si sola una meta a seguir y el azar se convierte en la diferencia de todos los días entre una gran fortuna y una gran perdida. Si no se le puede encontrar culpable de predecibilidad por tratarse de una película sobre deportes, si es posible verla así en el sentido de ser una típica fabula moral sobre los peligros de la ambición desmedida. Si bien la dirección difícilmente podría tacharse como algo más que dentro de los confines de lo aceptable y ni el guión ni las actuaciones de McConaughey o de Russo constituyen la sorpresa de la temporada, un muy buen motivo para ir a verla sería la participación de Pacino. No pierdan de vista el discurso que se echa en una reunión de apostadores compulsivos. Un memorable ejercicio de retórica, como sólo él sabe llevarlo a cabo.

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