Quienes me conocen, saben que lo considero como uno de los realizadores más interesantes de los últimos tiempos. Algunos me han criticado abiertamente por esta apreciación especial hacía su trabajo, casí de la misma manera en que él mismo suele ser atacado por el fondo y la forma de sus peliculas. Pero no se confundan, amigos: Oliver Stone podrá haberme causado una gran impresión en numerosas ocasiones, pero definitivamente no considero que su filmografía sea perfecta. De hecho, justo sería decir que algunos de sus filmes dejan bastante que desear. Hasta el día de hoy, sigo pensando en Camino Sin Retorno (U-Turn, 1997) como un ejercicio de estilo que peca de soporifero. Alejandro Magno (Alexander, 2004) comenzó como una muy buena idea que se vio arruinada por un casting desigual (reto a que alguien me mire a los ojos y me diga que Angelina Jolie se veía convincente como la madre de Colin Farrell). Y en cuanto a lo tediosa y sentimentaloide que me pareció Las Torres Gemelas (World Trade Center, 2006), mejor ya ni hablemos. Se le ha tachado de efectista, pretencioso y manipulador; adjetivos que, si bien han sido usados tantas veces hasta caer en lo arbitrario, no carecen de logica. Sin embargo, algo que nadie puede negar es que Oliver Stone es, ante todo, un guerrero. La feroz tenacidad con la que defiende a capa y espada sus proyectos constituye un eco contundente del agudo sentido de supervivencia que adquirió a partir de haber sido herido y condecorado en Vietnam. Es un cronista temerario y provocador de los confusos tiempos en los que vivimos, donde el poder y el dinero son los dioses a los que rendimos tributo. Como los dramaturgos griegos y Shakespeare, no tiene miedo alguno en recurrir a la ficción para darnos acceso a la historia, de utilizar la mentira y la invención como herramientas para llegar no a la verdad como tal de lo ocurrido, sino a una verdad personal. Dentro de los engranajes de una industria conocida en todo el mundo por manufacturar productos audiovisuales equivalentes a la comida rapida, Stone se vale de los beneficios propios de este entorno para confeccionar platillos muy duros de digerir, bombardeando nuestros sentidos, agitando nuestras emociones y forzandonos hacía la construcción de una opinión. En Hollywood existe un dicho muy antiguo: "si quieres mandar un mensaje, hazlo por Western Union". Para Oliver Stone, este es un mito que ha dedicado la mayor parte de su carrera a desbancar, poniendo en riesgo no sólo su reputación artistica, sino también humana. En pocas palabras, Stone es un cineasta con huevos. Como ya aclaré en parrafos más arriba, hay momentos en los que me encuentro cuestionando seriamente muchas de sus decisiones. W., su última producción programada para estrenarse en Estados Unidos este 17 de octubre, sería el ejemplo más reciente de dicho cuestionamiento. Protagonizada por Josh Brolin, a quien recordarán por su participación en Sin Lugar Para Los Debiles (No Country For Old Men, 2007) de los hermanos Coen, la película reproduce momentos claves en la vida del actual presidente norteamericano George W. Bush, desde sus días como un joven alcoholico y mujeriego hasta su acenso como jefe de estado. A diferencia de lo que se puede creer, Stone no tiene la intención de contar una historia en contra o a favor de Bush, sino que más bien busca, en sus propías palabras, "un retrato justo y autentico. ¿Cómo fue que pasó de ser un borracho a convertirse en el hombre más poderoso del mundo? (...) Contendrá algunas sorpresas para los partidarios de Bush y sus detractores". Al mismo tiempo, Stone ha comparado su estructura narrativa con la que ya había experimentando en Nixon (1995), otro filme biografico alrededor de la figura de un presidente. "Es un enfoque de detrás de escenas muy similar, en el sentido de que te invita a probar lo que se siente estar en su propia piel. Pero mientras que Nixon era una sinfonía, está será más bien como una pieza de cámara, con un tono mucho menos oscuro." De entrada, me parece que el mayor problema con una película de estas caracteristicas se resume en dos cuestiones:
a) George W. Bush es una personalidad que se presta tan naturalmente a la satira que se ha convertido en una caricatura de si mismo, al grado de que es practicamente imposible separar a la persona real de esa caricatura. ¿Cómo presentar su historia sin transmitirnos involuntariamente la sensación de estar viendo un sketch de Saturday Night Live?
b) Bush sigue en la Casa Blanca y su legado politico, para bien o para mal, está demasiado fresco en la opinión publica. Puesto que la misma historia se encarga de darle a cada quien su respectivo lugar en la memoria colectiva, figuras tan controvertidas como esta deberían de esperar muchisimo mas tiempo a ser objeto de ficción en el cine para que de esa forma ya exista una distancia saludable entre personaje y espectador que permita formar una visión más objetiva. Además de abordar a un presidente todavía vigente, Stone pretende estrenarla a unas cuantas semanas de las elecciones presidenciales de noviembre, factor que lo haría propenso a acusaciones de intentar influír en el voto de los espectadores.
De cualquier manera, no hay nada que se pueda afirmar o refutar hasta no haber visto la película y descubrir que sorpresa es la que Stone nos tiene preparada esta vez. Me despido de ustedes con una pequeña retrospectiva que fue realizada con motivo de su trayectoria en el pasado Festival de Cine de Zurich, así como una versión extendida del trailer de W., mismo que puede encontrarse en la pagina web oficial del filme, http://www.wthefilm.com/, disponible en sus dos versiones originales y con spots para televisión. Nos leemos hasta nuevo aviso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario