miércoles, 22 de abril de 2009

CINENSAYO 1.3

Te miro a ti y nos miro a nosotros (Luego entonces, me miro a mí).
La escena de Psicópata Americano que más incomodó a la censura podría ser también la más efectiva para aplicar el enfoque psicoanalítico alrededor del ego como una de las fuerzas principales detrás del placer masculino en la mirada. Patrick Bateman se encuentra en su departamento con dos sexo - servidoras a las que comienza a darles una cátedra sobre los meritos artísticos y comerciales en la música de Phill Collins. En lo que continua su discurso, Bateman pone a sonar unos de sus discos en su reproductor, conduce a las chicas hasta su dormitorio e intercala su monologo con instrucciones de que se desvistan y comiencen a intimar entre ellas. Mientras todo esto ocurre, prepara una cámara de video con la que piensa grabar al trío en plena acción. Una vez que la orgía ha comenzando, Bateman, todo el tiempo encima de ellas, posa constantemente para un espejo e insta a las chicas a que miren hacía la cámara. Me apoyo en esta última parte descrita de la escena para citar a Márgara Millán, quien retoma a Jaques Lacan y su idea de la “fase del espejo” cuando afirma que:

En la fase del espejo las ambiciones físicas del niño sobrepasan sus actividades motoras, el reconocimiento que hace de sí mismo en su imagen es placentera, ya qué el imagina que esa imagen del espejo es más completa, más perfecta que la experiencia de su propio cuerpo y, de esa manera, el reconocimiento de la propia imagen va acompañado de la idea de superioridad de la imagen, reintroyectada en el sujeto alienado como ego ideal y base para la posterior identificación con los otros. Este proceso, para Mulvey y Metz, es reactivado en y por el cinematógrafo. Mulvey resalta la importancia de que sea una imagen lo que constituye el matriz de lo imaginario, del proceso de reconocimiento e identificación, así como de la primera articulación de la subjetividad.

En esta escena son cuatro tipos de miradas las que entran en juego; la mirada de Bateman a si mismo en el espejo, la mirada del espectador a través de la videocámara, del espectador a través de la cámara de Harron y de la propia directora como arquitecta del punto de vista masculino del protagonista. Cualquiera de ellas remite de todas formas hacía Bateman, en vista de que en la suya se fragmentan todas las demás. Sin embargo, Bateman es un tipo diferente de criatura escopofilica, en el sentido de que el placer que experimenta no está en el cuerpo de las mujeres con las que fornica sino en la contemplación de su propio cuerpo desnudo. Para Lacan, Bateman sería entonces el caso evidente de una psique estacionada por tiempo indefinido en la fase del espejo. No satisfecha únicamente con mostrar lo anterior, Harron establece una distancia entre sus espectadores y la imagen al incluir a la video-cámara como una variante de su percepción. Lo que debería ser un agradable espectáculo visual es contaminado por una cínica frialdad. Es difícil extraer placer de las imágenes por que desde la perspectiva de Bateman el sexo no es un acto placentero, sin más bien un ejercicio mecánico. Se genera entonces un discurso en el que la escopofilia hacía su persona contrarresta la escopofilia del espectador hacía aquellas mujeres. El activo masculino ha quedado expuesto al entrar en contacto con el pasivo femenino, y en consecuencia, ridiculizado.

Lo anterior demuestra que, si bien se podría encapsular a la filmografía de Harron en el nicho de “cine feminista” o “cine de mujeres” por razones obvias, lo que la aparta de ser tan solo una directora mas en esta corriente radica en que se vale del punto de vista de la propia hegemonía para lanzar una critica a sus cimientos.

Bibliografía
- Millán, Margara, Derivas de un Cine en Femenino, México, Miguel Ángel Porrua, 1999.

- Kaplan, Anne, Women and Film: Both Sides of the Camera, Nueva York, Methuen, 1983.

- Solanas, Valerie, SCUM Manifesto, Olimpia Press, London, 1971.

- Casseti, Francesco, Teorías del Cine, Madrid, Cátedra, 1994.

- Allen, Robert C. y Douglas Gomery, Teoría y Practica de la Historia del Cine, Barcelona, Paidos, 1995.

1 comentario:

Gala dijo...

A lá!!! que impresión, recuerdo esa escena con cierto respeto, la vi y me llamó mucho la atención eso, a él no le interesan ellas, ni su placer, sino él mismo yo lo describí cómo un ser demasiado egocéntrico un Narciso de tiempos modernos. Más allá de su propio morbo, de su exaltación, de su locura, fuera de él todo el tiempo y el espejo para aterrizar a que todo lo que pasaba era realidad. Mi mente jamás me habría dado a pensar todo lo que relatas, es impresionante. Tengo que volver a los libros y al cine, urgente. Cuatro miradas... genial!!!