lunes, 29 de junio de 2009

LAS JOYAS PÉRDIDAS


QUIZ SHOW: EL DILEMA (QUIZ SHOW, 1994)

Director y Productor: Robert Redford.
Guión: Paul Attanasio.
Elenco: John Turturro, Rob Morrow, Ralph Fiennes, David Paymer,
Hank Azaria, Paul Scofield y Mira Sorvino.
Distribuidora: Hollywood Pictures / Buena Vista Home Entertainment.
Duración: 132 min.

Existen prácticamente tantas películas como seres humanos hay en el mundo. Algunas reciben abundantes alabanzas desde el momento de su aparición, sin que nadie se atreva a bajarlas de su pedestal. Otras menos famosas pasan injustamente desapercibidas hasta muchos años después, cuando tienen la oportunidad de ser redescubiertas en su traslado al formato digital. Sin lugar a dudas, “Quiz Show: El Dilema” merece un lugar privilegiado en esta segunda categoría. Recuerdo haberla visto por primera vez hace más de 11 años en VHS un día que falté a la escuela por estar enfermo. En ese entonces no me causó una gran impresión, puesto que mis gustos cinematográficos todavía no se encontraban tan desarrollados como uno quisiera. Sin embargo, hace apenas una semana me llevé la enorme sorpresa de volver a encontrármela, ahora en DVD y abandonada en un anaquel de la sección de rebajas en una sucursal de “Mr. CD”. Por tan sólo 69 pesos tuve la dicha no de disfrutar sino de DEVORAR con mis ojos una obra soberbiamente escrita, impecablemente dirigida y maravillosamente actuada.

El argumento está inspirado en un caso veridico: el escandalo que envolvió en la década de los 50 a un programa televisivo de concursos llamado “21”. Una investigación llevada a cabo por el Congreso de los Estados Unidos demostró que el programa estaba amañado. Los concursantes tenían acceso previo a las respuestas de las preguntas que se les hacía y tanto la televisora como los patrocinadores decidían cada semana a su antojo quien ganaba y quien perdía, dependiendo de cómo afectara esto al rating. John Turturro, mejor conocido como actor fetiche de los hermano Coen en “Barton Fink”, “¿Dónde Estás, Hermano?” y “El Gran Lebowsky”, encarna a Herbert Stempel, un nerd judío de Queens que ha logrado mantener su status como campeón consecutivo del programa hasta que es presionado por los productores para perder a propósito en beneficio de Charles Van Dorren (Ralph Fiennes, a tan sólo un año de haber inmortalizado al infame Amon Goeth en “La Lista de Schindler”), un intelectual procedente de una familia prestigiosa y acaudalada. De la noche a la mañana, Van Dorren se convierte en el nuevo ídolo de millones de televidentes, pero el remordimiento de consciencia que le produce el estar haciéndose rico gracias a un fraude le impide disfrutar plenamente su éxito. Mientras tanto, furioso por haber sido desechado como un pañuelo viejo, Stempel entra en contacto con Richard Goodwin (Rob Morrow), un investigador de Washington que comienza a interrogar a varios concursantes del programa, incluyendo a Van Dorren. La profunda amistad que establece con este lo coloca en una situación incomoda cuando se ve obligado a llamarlo a testificar ante el Congreso.

Aunque el reparto incluye a uno que otro peso pesado, yo diría que la verdadera estrella es el guión bellamente delineado por Paul Attanasio. Su mayor merito reside en habérselas arreglado para sacar un emocionante y entretenido drama a partir de una premisa que, quizás por si misma, no lo sea realmente tanto. Si bien evoca por momentos a una historia de detectives, el suspenso que moviliza a la trama no está en la cuestión de que si el programa esta arreglado o no; eso se hace evidente a los primeros minutos. El verdadero misterio consiste en preguntarnos hasta cuando los personajes dejarán de engañarse a si mismos para asumir la responsabilidad que les plantean sus respectivos dilemas morales. ¿Dirá Van Dorren la verdad sobre su participación en el programa? ¿Será capaz Goodwin de exponerlo ante los tribunales a pesar del aprecio que siente por él? ¿Que tan dispuesto estaría uno a comprometer su integridad (y en este caso, su inteligencia) a cambio de fama y dinero instantáneos? Mucho más que otra película de tantas basadas en hechos reales, “Quiz Show” es una apabullante fabula sobre el capitalismo y los peligros a los que este nos puede conducir en el afán de probar sus mieles. Tomemos como ejemplo la primera escena que nos muestra a Goodwin admirando un Mercedes último modelo, símbolo inequívoco del “American Dream”, mientras un vendedor está detrás de él describiendo a detalle los atractivos de dicho producto, como si fuera una seductora sirena cantandole al oido. Por otro lado, el filme merece ser visto también como un análisis de la importancia que la sociedad estadounidense le otorga a la imagen como parámetro de aceptación social; de ahí que los productores del programa tengan la necesidad de reemplazar al enclenque, feo y “ñoño” Stempel con el apuesto y sofisticado Van Dorren. Finalmente, se trata al mismo tiempo del retrato de una época en la que el público estaba mucho más predispuesto a tomar como verdadero lo que veía en la tele. El escandalo de “21” significó la trágica muerte de la credibilidad hacía este medio, mismo que era manipulado tras bambalinas por corporaciones sin ningún reparo en mentirle al espectador con tal de que eso ayudara a subir sus ventas. Lo anterior queda plasmado en uno de los momentos más memorables del filme, cuando Goodwin confronta al cínico dueño de la empresa farmacéutica cuyo producto patrocina el programa, interpretado nada más ni nada menos que por el Sr. Martin Scorcese. Si creían que su cameo en “Taxi Driver” era escalofriante, esperen a verlo en esta escena. Una de las mejores actuaciones de villano realizada por un director, únicamente comparable con la de John Houston en “Barrio Chino” de Roman Polansky.

Nominada en 1994 a cuatro premios Oscar, incluyendo Mejor Película, “Quiz Show” tuvo la mala suerte de irse a casa con las manos vacías. Recordemos que aquel fue el año de “Forrest Gump”. La Academia prefirió premiar a una historia tierna e inocente en lugar de a una que se caracterizaba precisamente por la perdida de la inocencia. Y aunque no tengo nada en contra de “Forrest”, hay que reconocer que adolece por momentos de algo que “Quiz Show” tuvo mucho éxito en evitar: exceso de sentimentalismo. Tratándose de una fabula moral, pudo haber caído en la trampa de poner a los personajes dando sermones obtusos o escenas que pecasen de franca cursilería. Afortunadamente, sus momentos emotivos son ejecutados con economía, equilibrio, precisión, y sobre todo, de manera orgánica al contexto de la historia. Por este y otros motivos, los exhorto a que consigan esta cinta por todos los medios posibles; comprándola, bajándola, quemándola, pirateándola, robándola…Hasta ese entonces, les aseguro que no tendrán idea de lo que se están perdiendo.

sábado, 2 de mayo de 2009

LA INFLUENZA SOMOS NOSOTROS: UN LLAMADO A LA RAZÓN


Desde hace unos cuantos días, la bandeja de entrada en mi correo electronico se ha visto invadida por incesantes mensajes reenviados desde diversas fuentes que tienen como cómun denominador las siguientes aseveraciones:

- Barack Obama y Felipe Calderón están detrás del brote de influenza en México, puesto que este surgió precisamente después de la visita del primero a nuestro país, en el marco de los acuerdos del Comando del Norte y de la "ley de la policia federal", misma que fue aprobada el pasado 23 de abril y que establece algunas medidas radicales para combatir al narcotrafico, entre ellas la implementación de agentes policiacos encubiertos y la intervención de llamadas telefonicas.

- Las compañias farmaceuticas son las que más salen ganando con la epidemia, puesto que la demanda en medicinas y cubrebocas permitirán que puedan engordar sus carteras a costa de la enfermedad y el dolor de miles de personas.

Todo esto y mucho más puede apreciarse en un texto titulado "Influenza: La Mentira del Año", principalmente apoyado en la teoria de la "doctrina del shock" propuesta por Naomi Klein. Esta teoría estipula que muchas de las catastofres que han azotado al mundo en los últimos años (el tsunami, el 11 de septiembre y otras) son en realidad actos de terrorismo psicologico perpetrados por los gobiernos para lograr que la población sea cada vez más propensa a la manipulación y a la devoción hacia sus lideres. El texto comenzó a circular a principios de esta semana, y desde entonces varios han adoptado su postura, incluyendo a muchos de mis amigos y conocidos, tanto aquí en la tierra del tequila como en la del faisan y del venado.

Ahora bien...ciertamente yo no me fio por completo de la información disponible en los periodicos y los noticieros. Hasta ahora las medidas en concreto que proponen para erradicar la enfermedad se me antojan, por querer plantearlo de manera amable, muy ambiguas. Y por otro lado, es cierto que muchas circunstancias politicas y economicas han coincidido con el brote de la epidemia. Eso no lo niego. Pero hay otra cosa que también es muy cierta: este virus es una amenaza REAL que está cobrando vidas a pasos agigantados y que deber ser detenida tan pronto como sea posible. Y a eso permitanme añadir otro hecho inegable: estar propagando a diestra y siniestra esta clase de especulaciones (por que seamos sinceros, eso es lo que son; simples y vanas especulaciones) no contribuye absolutamente en nada a mejorar la situación. A lo mucho, ocasionará una cadena irrompible de histeria que nos llevará a dañar nuestro sentido común de una forma mucho más severa de lo que serían capaces los efectos de la doctrina del shock. Expreso mi preocupación por este fenomeno a raíz de una nota publicada hoy en el Diario de Yucatán, donde se da un registro de algunos rumores que comenzarón a volar como el viento (cito textualmente):

¿Saben que el virus ya entró al penal del Cereso? (...) Circuló la versión del caso de una niña contagiada con influenza que vino de Veracruz e ingresó al Hospital O'Horán (...) dicen que han descubierto el origen de incubación de la influenza y muestran la foto de un niño europeo que besa el hocico de un cerdo (...)

La nota también hace mención de los rumores que involucran a Obama, Calderón y las empresas farmaceuticas, concluyendo acertadamente con el siguiente comentario: La psicosis que ha levantado la influenza en Mérida sólo se compara con la que generó en agosto y septiembre de 2008 la aparición en Yucatán de 12 narcomenudistas decapitados.

Afortunadamente, pese a todo este manicomio en el que nos hemos encerrado, he encontrado también una que otra voz de la cordura. En un foro publicado el dia de ayer, Cynthia Castañeda expresó los siguientes argumentos que para un servidor fueron como maná caido del cielo: De tratarse de una farsa, los límites ya estarían perdidos por completo, pues suena increíble pensar que el mundo entero se haya puesto de acuerdo para montar un teatro así (...) así como no debemos creer a ciegas todo lo que se nos dice, tampoco debemos formular nuestras propias teorías y difundirlas con tanta irresponsabilidad (...)

A medida que los días pasan, las medidas de seguridad se intensifican y más gente se predispone a creer este siniestro escenario, me doy cuenta de que el virus no está realmente en las propiedades geneticas del H1N1 (o como sea que le llaman los cientificos ahorita) ni en las granjas porcinas, ni en el pasamanos, quirofano o transporte publico que posiblemente ya este infectado. El verdadero virus, el que realmente mata y causa estragos, está dentro de nosotros mismos. ¿Por qué? Porque los chismes, la ignorancia y el miedo se contagian con mayor rapidez y facilidad que cualquier agente bacteriologico. En lugar de combatirlos, estamos alimentandolos. Y cuando menos lo esperemos, nos devorarán a todos.

Sé que algunos de ustedes a lo mejor me tildan de pobre iluso o de necio esceptico que prefiere mantener la cabeza en un hoyo, como un avestruz. Tal vez hasta creen que soy parte del mismo complot. Si es así, lo comprendo y lo respeto. Yo nada más les digo que las teorias conspiratorias prefiero dejarselas a los ociosos, a los fanaticos, a los paranoicos y a Oliver Stone. Por el bien del país y del resto del mundo, espero que sean lo bastante inteligentes para no caer en alguna de estas categorías.

sábado, 25 de abril de 2009

¿QUIEN O QUÉ DEMONIOS ES MONTY PYTHON?


Se le conoce como Monty Python al grupo de comediantes conformado por John Cleese, Graham Chapman, Michael Palin, Terry Jones, Eric Idle y Terry Gilliam quienes en los años sesentas y setentas se hicieron famosos con el programa de televisión Monty Python´s Flying Circus, mismo que a través de sketches y secuencias de animación diseñadas por Gilliam, incluía una importante carga de crítica social, centrandose principalmente en un sentido del humor surrealista y basado en el absurdo. El primer episodio de la serie fue emitido el 5 de octubre de 1969 por la BBC y duró hasta 1974. Aunque el fenómeno de Monty Python comenzó con la serie de televisión, se convirtió en algo de mayor impacto que se extendió a películas, álbumes, libros y muchos otros productos derivados, entre ellos un musical en Broadway. Su influencia en la comedia contemporanea se ha comparado en ocasiones con la de los Beatles en la música popular.

ANTES DE PYTHON
Como suele ocurrir muchas veces, la conjunción de las fuerzas y talentos que conformarían a este legendario equipo puede ser atribuida a una serie fortuita de circunstancias. Palin y Jones se conocieron en la Universidad de Oxford cuando ambos formaban parte de un grupo de teatro estudiantil conocido como The Oxford Revue. Al mismo tiempo, Chapman y Cleese ya llevaban un buen rato haciendo mancuerna comica como miembros del grupo escenico de los Footlights en la Universidad de Cambridge, al cual Eric Idle se les uniría poco después, llegando inclusive a ocupar la presidencia del grupo. Por su parte, Terry Gilliam fue descubierto por Cleese en Nueva York cuando los Footlights andaban de gira por Norteamerica. Subsecuentemente, ambos colaboraron en una edición especial de la revista alternativa HELP!, misma en la que Gilliam trabajaba a tiempo completo como diseñador. Poco después, los futuros Pythons coincidieron varias veces en calidad de guionistas y actores dentro de las siguientes series de televisión:

- The Frost Report (1966–1967), con Cleese como elenco y guionista / Idle, Chapman, Palin y Jones, guionistas.
- At Last the 1948 Show (1967): Chapman y Cleese, guionistas y elenco / Idle, guionista.
- Twice a Fortnight (1967): Palin y Jones, elenco y guionistas.
- Do Not Adjust Your Set (1967–1969): Palin,Jones y Idle, elenco y guionistas / Gilliam, animación.
- We Have Ways of Making You Laugh (1968): Idle, elenco y guionista / Gilliam: animación.
- How to Irritate People (1968): Cleese y Chapman, elenco y guionistas / Palin, elenco.
- The Complete and Utter History of Britain (1969): Palin y Jones, elenco y guionistas.
- Doctor in the House (1969): Cleese y Chapman, guioistas.

A raíz del enorme éxito cosechado por por Do Not Adjust Your Set, la cadena ITV le ofreció a Palin, Jones, Idle y Gilliam su propia serie, mientras que la BBC le hizo la misma oferta a Cleese y a Chapman luego de que quedara impresionada por su trabajo en The Frost Report y At Last The 1948 Show. Cleese se sentía muy renuente a la idea de trabajar a duo con Champan, especialmente debido a la personalidad dificil y erratica de este. De modo que extendió la invitación a Palin y a su grupo, abriendo el camino para lo que se convertiría dentro de poco en una de las producciones más inovadoras en la historia de la televisión.

LA ERA DE PYTHON (1969-1974)
Una de las primeras cosas que los Pythons notaron de otros programas que se producían en aquel entonces era que sus sketches comenzaban con una premisa fuerte, pero que sus punchlines (el remate o golpe final con el que debe terminar todo chiste) eran bastante debiles. De modo que decidieron de plano deshacerse de los punchlines e ir pasando libremente de un concepto a otro, sin preocuparse por la logica o por la continuidad. Un buen ejemplo de ello se encuentra en un segmento donde Idle y Cleese estan sentados en la mesa de un restaurante con Palin actuando en calidad de mesero. Cuando el sketch se ha vuelto realmente tedioso, Cleese se sale repentinamente de su personaje y dice: "Este es el sketch mas tonto en el que he estado". Idle lo voltea a ver y le dice: "¿Y si lo abandonamos?", a lo que Cleese acepta, los tres salen de cuadro y los creditos finales del programa comienzan a rodar. Aunque los Python no fueron los primeros en incorporar esta técnica (Spike Milligan ya habia manejado antes un formato similar en su serie Q5), ellos fueron sin duda quienes se encargaron de popularizarlo. Este libre flujo de consciencia se vio fortalecido por la incorporación de las delirantes secuencias animadas de Terry Gilliam, permitiendo al grupo experimentar tanto en la forma como en el contenido.

Otro de los elementos que caracterizaron el estilo de la serie era el hecho que los seis miembros del grupo se repartían todos los personajes, incluyendo los femeninos. No obstante, sus interpretaciones de mujeres nunca pasaban de ser estereotipos de ancianas de clase media con voces muy chillonas. Para roles que involucrasen a jovenes atractivas en contextos abiertamente sexuales, contaban con la ayuda de la actriz y comediante Carol Cleveland, que con el tiempo ha llegado a ser considerada como "la Septima Python". Connie Booth, quien se convertiría en la primera esposa de Cleese, tambien solía entrar en escena para cubrir este tipo de papeles que los Python eran incapaces de interpretar convincentemente.

Python tenía también entre sus ingredientes la satira y la parodia, especialmente dirigidas a figuras prominentes de autoridad. Varios de sus sketches consisten en situaciones ridiculas que involucran a policias, militares, abogados, medicos, profesores y otros miembros del establishment, motivo por el cual cultivó un fuerte atractivo en la contracultura de su epoca.

Y finalmente, ¿cómo se podría omitir su enorme contribución en desafiar los limites de la censura y del buen gusto? Como ningún otro show de aquel entonces, convirtieron a la violencia, la sexualidad explicita y otros temas considerados todavía como tabú en los elementos más exquisitos de su estilo. Para muestra de lo anterior, basta recordar este controvertido sketch que involucra nada mas ni nada menos que a una funeraria caníbal.

miércoles, 22 de abril de 2009

CINENSAYO 1.3

Te miro a ti y nos miro a nosotros (Luego entonces, me miro a mí).
La escena de Psicópata Americano que más incomodó a la censura podría ser también la más efectiva para aplicar el enfoque psicoanalítico alrededor del ego como una de las fuerzas principales detrás del placer masculino en la mirada. Patrick Bateman se encuentra en su departamento con dos sexo - servidoras a las que comienza a darles una cátedra sobre los meritos artísticos y comerciales en la música de Phill Collins. En lo que continua su discurso, Bateman pone a sonar unos de sus discos en su reproductor, conduce a las chicas hasta su dormitorio e intercala su monologo con instrucciones de que se desvistan y comiencen a intimar entre ellas. Mientras todo esto ocurre, prepara una cámara de video con la que piensa grabar al trío en plena acción. Una vez que la orgía ha comenzando, Bateman, todo el tiempo encima de ellas, posa constantemente para un espejo e insta a las chicas a que miren hacía la cámara. Me apoyo en esta última parte descrita de la escena para citar a Márgara Millán, quien retoma a Jaques Lacan y su idea de la “fase del espejo” cuando afirma que:

En la fase del espejo las ambiciones físicas del niño sobrepasan sus actividades motoras, el reconocimiento que hace de sí mismo en su imagen es placentera, ya qué el imagina que esa imagen del espejo es más completa, más perfecta que la experiencia de su propio cuerpo y, de esa manera, el reconocimiento de la propia imagen va acompañado de la idea de superioridad de la imagen, reintroyectada en el sujeto alienado como ego ideal y base para la posterior identificación con los otros. Este proceso, para Mulvey y Metz, es reactivado en y por el cinematógrafo. Mulvey resalta la importancia de que sea una imagen lo que constituye el matriz de lo imaginario, del proceso de reconocimiento e identificación, así como de la primera articulación de la subjetividad.

En esta escena son cuatro tipos de miradas las que entran en juego; la mirada de Bateman a si mismo en el espejo, la mirada del espectador a través de la videocámara, del espectador a través de la cámara de Harron y de la propia directora como arquitecta del punto de vista masculino del protagonista. Cualquiera de ellas remite de todas formas hacía Bateman, en vista de que en la suya se fragmentan todas las demás. Sin embargo, Bateman es un tipo diferente de criatura escopofilica, en el sentido de que el placer que experimenta no está en el cuerpo de las mujeres con las que fornica sino en la contemplación de su propio cuerpo desnudo. Para Lacan, Bateman sería entonces el caso evidente de una psique estacionada por tiempo indefinido en la fase del espejo. No satisfecha únicamente con mostrar lo anterior, Harron establece una distancia entre sus espectadores y la imagen al incluir a la video-cámara como una variante de su percepción. Lo que debería ser un agradable espectáculo visual es contaminado por una cínica frialdad. Es difícil extraer placer de las imágenes por que desde la perspectiva de Bateman el sexo no es un acto placentero, sin más bien un ejercicio mecánico. Se genera entonces un discurso en el que la escopofilia hacía su persona contrarresta la escopofilia del espectador hacía aquellas mujeres. El activo masculino ha quedado expuesto al entrar en contacto con el pasivo femenino, y en consecuencia, ridiculizado.

Lo anterior demuestra que, si bien se podría encapsular a la filmografía de Harron en el nicho de “cine feminista” o “cine de mujeres” por razones obvias, lo que la aparta de ser tan solo una directora mas en esta corriente radica en que se vale del punto de vista de la propia hegemonía para lanzar una critica a sus cimientos.

Bibliografía
- Millán, Margara, Derivas de un Cine en Femenino, México, Miguel Ángel Porrua, 1999.

- Kaplan, Anne, Women and Film: Both Sides of the Camera, Nueva York, Methuen, 1983.

- Solanas, Valerie, SCUM Manifesto, Olimpia Press, London, 1971.

- Casseti, Francesco, Teorías del Cine, Madrid, Cátedra, 1994.

- Allen, Robert C. y Douglas Gomery, Teoría y Practica de la Historia del Cine, Barcelona, Paidos, 1995.

CINENSAYO 1.2

La fabrica de escopofilia y alienación.
Por “escopofilia”, Sigmund Freud se refiere al placer que significa el mirar al otro. Bajo la interpretación de este concepto realizada por Laura Mulvey, la figura femenina es convertida en un objeto de placer estético o sensual para satisfacer a la mirada escrutadora y controladora del protagonista masculino, perpetuando de esa forma el ideal de un placer cimentado en las bases del activo masculino y el pasivo femenino. La perspectiva dominante en la narrativa adquiere así un carácter que ella define como “fálocéntrico”, alimentado por el narcisismo y la constitución del ego que convierten a la mirada del espectador en una extensión de la del varón que reconoce fascinado al objeto de su agrado (la mujer). Bien sabido es que la estrella de cine constituye el principal producto manufacturado y vendido a gran escala, sobre todo en lo que se refiere al arquetipo creado durante el periodo mencionado por Kaplan, en el que la mujer solía destacar como objeto fetiche del deseo y la fantasía masculinas. Lo que es más, esta percepción en el contexto del estrellato hollywoodense logró perdurar durante tanto tiempo debido a que las estrellas “cristalizan en sus personas ciertas necesidades, sueños, fantasías y obsesiones colectivas.” El legendario estudio de Andy Warhol bautizado con el nombre de “The Factory” (La Fabrica) y ubicado en el quinto piso del edificio numero 231 en la calle 47 Este de Manhattan fue creado precisamente como un intento por evocar un esquema de generación de productos en línea que le hiciera justicia a su nombre. Pinturas, litografías y diversas obras de arte eran a diario engendradas en cadena como si se trataran de modelos Ford. A partir de 1963, cuando Warhol comenzó interesarse cada vez más por la producción y la realización cinematográfica, esta filosofía de línea de ensamblaje fue también aplicada en la creación y promoción de las superestrellas para sus películas underground. Algunas gozaron de sus 15 minutos de fama warholianos para luego desvanecerse, mientras que otras lograron a duras penas sobrevivir y terminar de desarrollarse en otras areas. Una de las figuras más famosas en el repertorio habitual de Warhol fue Candy Darling (1944 - 1974), un travestí transexual que protagonizó para él filmes como Flesh (1968) y Women In Revolt (1971). Incluso Valerie Solanas accedió a aparecer frente a su cámara en calidad de actriz para el filme I, A Man (1967). En Yo Dispare a Andy Warhol, Marry Harron utiliza al personaje de Candy Darling interpretado por Christopher Dorff como exponente de la escopofilia implícita en el imaginario de la producción audiovisual de La Fabrica, así como contrapunto simbolico de la femineidad que la ideología de Valerie rechaza categóricamente, aun cuando se trate de un travesti. En una escena en la que ambas comparten una habitación en un hotel de baja categoría, mientras se escucha en el fondo a Dionne Warwick cantando “Walk On By”, la cámara recorre con un breve paneo el área de la habitación que le corresponde a Candy hasta encontrarla recostada en su cama y escribiendo su diario. Lleva su peluca rubia de siempre y viste un vestido negro formal con medias negras y zapatos negros de tacón alto. Su rostro se ve engalanado con pintura de labios, rubor en las mejillas y delineador en los parpados. De hecho, muy rara vez la veremos en el transcurso del filme sin alguno de estos elementos de maquillaje. En su diario escribe y recita en voz alta las siguientes palabras: “Trato de conseguir lo que quiero, siempre que es posible. Siempre he encontrado que las personas socialmente inaceptables son los mejores amantes, por que son más sensitivos. Puedo sentirme llena y feliz. Nunca lo dudaré. No puedo darme ese lujo. Cada pensamiento, cada movimiento esta en armonía con una gran fuerza motriz”. Es un hombre con la compulsión de verse lo más “femenina” que pueda a todo momento, de ser lo más placentera y agradable a la mirada. En pocas palabras, su perfil como objeto escopofilico debe ser sostenido permanentemente. Casi inmediatamente después, la voz de Dionne Warwick se desvanece, y mediante un paneo a la derecha y un corte la imagen se aleja para dirigirse hacía el área de Valerie, quien en marcado contraste con Candy, prescinde de cualquier clase de maquillaje y viste una camisa, pantalones y sombrero de hombre, mientras a su vez escribe que ha encontrado un oficio acorde a la escena social en la que vive y que le permitirá abrirse paso en un mundo masculino. En escenas posteriores descubrimos que el oficio al que se refiere es el de mendigar. Para rematar con ironía, escribe: “Y pensar que algunas chicas se contentan sólo con Europa”.

La distancia entre Valerie y Candy comienza a hacerse más evidente cuando varios miembros del sequito de Warhol se disponen a ver una proyección de las diferentes pruebas de cámara en las que han participado, criticando el nivel fotogenico de cada uno. Es en esta escena donde la noción de La Fabrica como autoproclamada seguidora del star system hollywoodense en la era dorada de los grandes estudios entra de nuevo colación, puesto que es abiertamente corroborada en un dialogo por cortesía de Paul Morrisey, uno de los constantes colaboradores de Warhol en sus peliculas, y que en el filme de Harron es interpretado por el actor Reg Rogers. De todos los rostros que aparecen en las pruebas, el de Candy se lleva los mayores cumplidos y alabanzas. Nada extraño si se considera que Warhol la eligió por su parecido a Kim Novak. En cambió, la imagen de Valerie, desprovista de todo vestigio de glamour y femeneidad (o por lo menos lo que ellos entienden por esas caracteristicas) provoca horror y rechazo entre los presentes espectadores. Ella representa la negación del placer en la mirada; la no-escopofilia. Pero el distanciamiento definitivo se da más adelante, durante una de las fiestas nocturnas en La Fabrica, evento que la transorma en un punto de encuentro para celebridades y gente del jet set. Mientras que los invitados se dejan llevar por las luces sicodelicas y el rock que una banda toca en vivo, Candy Darling admira su prueba de cámara proyectada sobre una pantalla y diversas drogas se reparten y consumen como si fueran martinis, Valerie permanece casi todo el tiempo en un rincón, mirando distanciada toda la acción que está teniendo lugar. Intenta convencer a una periodista de que la entreviste para promocionar su manifiesto, pero la mujer está demasiado metida en la "buena vibra" de la fiesta como para brindarle el tiempo y la atención que necesita. La posición de Candy Darling en el sequito de Warhol va consolidandose hasta convertirse en una de sus favoritas y Valerie permanece como una intrusa que no cumple con los requisitos para incorporarse al sistema. Su frustración llegará al punto de que momentos antes de llevar a cabo el atentado contra la vida de Warhol se arregla propiamente para la ocasión, acomodandose el cabello y aplicandose maquillaje. Ha decidido dispararle esforzandose por encarnar al tipo de mujer que sabe que nunca podrá ser para su victima. Es la escopofilia al ataque del sistema perpretador.

Del mismo modo, Patrick Bateman manifiesta síntomas de un deseo de pertenencia que poco a poco será encauzado en sus matanzas. Su trabajo en la firma Pierce & Pierce carece de sentido, ya que su propio padre (a quien nunca vemos) es dueño de la empresa. En escenas que lo muestran en su oficina lo vemos haciendo cualquier otra cosa excepto trabajar. Su prometida le recuerda que de todas formas él odia ese trabajo y no comprende por que no se anima a renunciar, a lo que Bateman responde: “Porque…quiero….encajar”. Sus preocupaciones más grandes giran en torno a los elementos de status: conseguir la mejor mesa en el restaurante de cinco estrellas, llevar al trabajo el traje más caro…Cuando sus colegas presumen unos a otros sus tarjetas personales de presentación y se da cuenta de que la suya no es tan lujosa como la de ellos, comienza a sudar. La mayoría de la gente a la que frecuenta suele confundirlo con otro, puesto que casi todos los que trabajan en su edificio comparten el mismo tipo de traje, peinado y físico. Esto da como resultado que le tengan suficiente confianza para confesarle lo pretencioso, insoportable y patético que el verdadero Bateman les parece. Harron lo expone como un marginado a pesar estar oficialmente integrado a su ambiente social y profesional. Tanto la revolucionaria de Greenwich Village como el yuppie de Wall Street son parias. Sin importar lo inmersos que puedan estar en sus paisajes, viven en un estado mental ligeramente diferente que los aparta del resto de quienes los habitan.

CONTINUARÁ EN EL SIGUIENTE POST....

martes, 21 de abril de 2009

CINENSAYO 1.1


LA RADICAL FRUSTRADA Y EL YUPPIE SICOTICO:
Construcción de la mirada femenina en el cine de Mary Harron.

El 14 de abril del año 2000, la directora Mary Harron se preparaba para dar a luz dos veces. La primera sería con su segundo hijo biológico, producto de su matrimonio con el también cineasta John C. Walsh y que nacería unas dos semanas después. La segunda sería con Psicópata Americano (American Psycho, 2000), su segunda incursión detrás de las cámaras que ese mismo día sería estrenada oficialmente en el festival de cine de Sundance. Para estos momentos, se había convertido en la comidilla del certamen y no precisamente en el mejor sentido del término. Desde que se anunció que la realizadora canadiense sería la elegida para adaptar la controvertida novela de Brett Easton Ellis a la pantalla, el proyecto había estado navegando a través de aguas tumultuosas. Aunque Christian Bale siempre fue la primera y única opción de Harron para encarnar al personaje principal, tanto ella como su protagonista fueron removidos de la producción cuando Leonardo DiCaprio mostró interés en el papel, mientras que Oliver Stone se vio a si mismo en la silla del director. Habiéndose retirado estos dos debido a diferencias creativas, Harron y Bale volvieron al ruedo sólo para enfrentarse a una serie de nuevos percances en el horizonte. Algunas de las locaciones en Canadá que seleccionaron para el rodaje les fueron negadas por temor a protestas por parte de diversos grupos feministas, quienes tomaron como único referente de sus denuncias al contenido de la novela, sin haberse molestado siquiera en leer el guión. Más adelante, Harron se vería obligada a reducir considerablemente una escena de sexo con dos prostitutas para complacer a la MPAA (Motion Picture Asociation of America) y evitar de ese modo la tan temida clasificación NC-17, misma que le niega la admisión a cualquier menor de 17 años y que hubiera reducido en gran parte sus prospectos en la taquilla. Ahora se encontraba a pocas horas de traer al mundo un monstruoso niño cuya gestación en el útero creativo había resultado ser más azarosa que cualquier embarazo, y cuya polémica procedente de su encarnación literaria parecía querer perseguirla como un fantasma.

El libro, publicado originalmente en 1991, es una colección de diferentes sucesos en la vida cotidiana de Patrick Bateman, un joven de 27 años que en 1987 trabaja como ejecutivo de una empresa en Wall Street, y que en sus ratos libres gusta de frecuentar los clubs nocturnos más chics en compañía de sus amigos yuppies, inhalar cocaína, ir al salón de bronceado, regodearse en la belleza de su lujoso apartamento en el Upper East Side…y asesinar salvajemente a cuantas mujeres pueda. Más que un personaje propiamente dicho, Bateman es una personificación viviente del contexto histórico y social en el que se mueve, tan vacío y materialista que no reconoce distinción alguna entre comprar el nuevo CD de Huey Lewis and The News y decapitar a una modelo, ya que ambas cosas se encuentran en una misma escala nula de valores. Sin embargo, más allá de la actitud clínicamente fría y detallada con la que Bateman describe en primera persona sus atroces crímenes (desde intentar cocinar los sesos de una victima hasta introducir una rata viva en la vagina de otra) y por el que más de una militante feminista lo condenó apasionadamente como un manual para violadores y asesinos, Harron vislumbró dentro de esta historia el potencial para una critica dirigida al hedonismo en la década de los ochentas. Dentro de su visión cinematográfica, la violencia más explicita del libro sería minimizada y encauzada para poner en evidencia lo absurdo de Patrick Bateman y su mundo, permitiendo así que al espectador le fuere posible reírse siempre de él y nunca con él. Fue así como lo que pudiera haber sido un escalofriante thriller bajo los estándares clásicos de Hollywood terminó por convertirse en una comedia negra con tintes a la Jonathan Swift, muy a tono con la intención original de Ellis. En cierto modo, Harron se propuso restarle fuerza a la polémica suscitada y rescatar para el gran público lo que ella consideraba atractivo en Bateman como reflejo de su época. Curiosamente, esta no era la primera vez en la que se interesó por contar la historia de un ser controversial. Su opera prima, Yo Disparé a Andy Warhol (I Shot Andy Warhol, 1996) había intentado proyectar de una forma más comprensiva a Valerie Solanas (1936 - 1988), feminista radical y autora del manifiesto SCUM (Society For Cutting Up Men), pero que terminaría mejor recordada por haber intentado asesinar al artista pop. Bateman y Solanas parecen compartir más vasos comunicantes de lo que podría creerse a primera vista. Ambos son individuos encerrados dentro de sus propias obsesiones (en el caso de Solanas transmitir su mensaje contra la especie masculina; en el de Bateman, el estatus por encima de cualquier consideración), los dos son protagonistas de décadas significativas en el siglo XX, y el espíritu que caracteriza a cada una de estas dos épocas es comentado desde sus muy singulares, herméticos y subjetivos puntos de vista. Pero no olvidemos que la perspectiva de estos personajes es a la vez la perspectiva de Marry Harron. Mas que meros escenarios, la fábrica de estrellas warholianas y la escena yuppie neoyokina son utilizadas por la realizadora como representaciones espacio – temporales en las que se despliegan indirectamente nociones acerca de la posición de la mujer en los ámbitos social y cinematográfico, misma que ha sido retomada por numerosas teóricas feministas contemporáneas. En el siguiente texto me dispongo a exponer algunos ejemplos sobre la manera en que Harron ha edificado su mirada particular hacía estas ideas en sus dos primeros filmes, tomando como apoyo las teorías fílmicas de varias autoras y autores pertinentes.

El sexo opuesto a la ruptura de la convención
En su celebre ensayo titulado Visual Pleasure and Narrative Cinema, Laura Mulvey hace mucho hincapié en la existencia de una mirada predominantemente masculina en la narrativa cinematográfica. En vista de que el mundo representado en la pantalla esta sujeto al punto de vista del varón protagonista, es a través de él que el espectador “ve” los elementos que componen su entorno. Al mismo tiempo, dicho paradigma se encuentra tan profundamente incrustado en la cultura que la misma mujer se ve involucrada con él de forma inconsciente, al grado que de que sus intentos por construir una visión propiamente femenina terminan irrevocablemente subordinados a este esquema. Consciente de que ni uno ni otro sexo parece escapar a él, Márgara Millán afirma que los ejemplos de un cine verdaderamente femenino o feminista deben estar preocupados por “transgredir las formas habituales de la representación cinematográficas en buscar lo diverso; interesados en mostrar personajes más cercanos a la experiencia propia a contrapelo de los estereotipos”. Tales estereotipos son reforzados por el modelo de representación institucional, cuyo equivalente Anne Kaplan encuentra en el cine clásico de Hollywood, es decir, el cine que ha sido “producido entre 1930-1960, donde lo importante son ciertas convenciones fijas de la práctica fílmica que se repiten en las películas y generan un tipo específico de audiencia.”

Mary Harron opta por hacer portadores de la mirada narrativa predominante a una mujer y a un hombre cuyas características particulares y la relación que mantienen con sus ambientes contribuyen a una ruptura con el sistema al que Kaplan alude. Comencemos con Valerie Solanas en Yo Dispare a Andy Warhol. Personaje de ficción basado en uno de la vida real, Solanas llega a Nueva York por primera vez en 1966, específicamente al circuito de Greenwich Village, área residencial en Manhattan que desde ese entonces se ha visto fuertemente asociada con varios movimientos bohemios y contraculturales de la década, incluyendo al de la generación de escritores beat como Allen Ginsberg y Jack Kerouac. Ese mismo año, las palabras “liberación femenina” comienzan a hacerse parte del vocabulario de una nueva generación de ciudadanos y ciudadanas norteamericanas. En escenas anteriores retratando su estancia como estudiante de psicología en la universidad de Maryland, hemos sido testigos de cómo Valerie ha llegado a la conclusión de que las mujeres poseen superioridad biológica por encima de los hombres, luego de descubrir que el gen Y masculino es realidad un gen X femenino que está incompleto. Mientras se dedica a mendigar y a prostituirse para sobrevivir, dicho descubrimiento colocará las bases para lo que eventualmente se convertirá en su manifiesto SCUM, mismo que propone entre otras medidas el exterminio completo de la especie masculina y la propagación exclusiva de las mujeres a través de tubos de ensayo. No obstante, la visión feminista que Valerie tiene en mente resulta demasiado radical para su propia época. Solanas aparece entonces ante nuestros ojos como una militante agresivamente apasionada de su propia doctrina, bastante alejada de los ideales planteados por otras figuras feministas mucho más tradicionales del mismo periodo. Mientras que ellas abogan más bien por la igualdad de derechos y en cierto modo la búsqueda de un punto medio de compromiso en la convivencia de los sexos, Solanas exige el derrocamiento total del sistema y la instauración de un nuevo orden a cualquier precio. Varios de los pasajes escritos que conforman el manifiesto exudan de esa misma convocatoria extremista:

SCUM continuará destruyendo, asaltando, jodiendo y matando hasta que el sistema monetario cese de existir y la automatización sea completamente instaurada o hasta que suficientes mujeres cooperen con SCUM para que la violencia se torne innecesaria en la persecución de estas metas (…) los hombres enfermos e irracionales, aquellos que intenten defenderse a ellos mismos contra su propia asquerosidad, cuando vean a SCUM arremeter contra ellos, se aferrarán de terror a su gran mama con sus grandes tetas, pero las tetas no los protegerán de SCUM; la gran mama se aferrará al gran papa, quien estará sentado en el rincón defecándose en su fuertes y dinámicos pantalones. Sin embargo, los hombres racionales no patearán ni lucharán ni armarán una molesta alharaca, sino que se sentarán, se relajarán, disfrutarán el espectáculo y se dejarán llevar hacía su destrucción.

Harron se asegura de que esta cualidad cruda que caracteriza a los escritos de Valerie se vea trasladada también a su caracterización, la cual corre a cargo de la actriz Lili Tomlin. Malhablada, violenta, bisexual, ensimismada, dogmática, arrogante y auto indulgente, su apariencia evidente de “marimacha” (de la cual ella misma se jacta en una o dos escenas) ocasiona que choque constantemente con los diferentes círculos en los que pretende moverse; las calles en las que intenta venderles a los transeúntes una copia de su manifiesto y el sequito de Andy Warhol, en el que se introduce con la idea de que Warhol produzca una obra de teatro que ella misma ha escrito y titulado como Up Your Ass (En Tu Culo). A pesar de hallarse en medio de este escenario histórico que se supone está preparado para recibir a voces subversivas, a la subversión de Valerie le es negada una plataforma en la que pueda ser apreciada, por una parte debido al extremismo de su ideología y por otra a su brusca personalidad. Harron hace aún más evidente esta noción al ilustrar los detalles escabrosos de su vida bisexual y su ejercicio de la prostitución con extractos del manifiesto, mismo que son leídos por Tomlin en voz alta, en tomas a blanco y negro y mirando directamente a la cámara. Harron no la glorifica ni la condena, sino que le da rienda suelta para que sea su incendiaria prosa la que hable por ella, con un estilo desenfadado y sin tapujos. De esta forma queda claro que no busca necesariamente que el público comulgue o simpatice con la doctrina de Valerie, sino que la conozca con todas sus bemoles en una actitud de “tómenlo o déjenlo”. Esto me remite a lo estipulado por Albert Michotte en un artículo publicado para la Revue Internationale de Filmologie en 1948, acerca de la participación activa del espectador respecto a lo que este encuentra en la pantalla, y que es retomado por Francesco Casetti en sus Teorías Del Cine:

Ante todo hay que decir que la participación conoce distintos grados: quien asiste a un espectáculo puede permanecer indiferente, pero puede también llegar a sincronizar sus movimientos con el actor, ora para reproducir su mímica, ora para identificarse plenamente con él. Este último caso, en el que se pasa del orden de las reacciones motrices al de las autenticas “relaciones empaticas”, es sin duda el más interesante, pero también el que presenta más problemas: ¿cómo es posible que el espectador se olvide literalmente de si mismo para meterse en la piel del otro? La primera sugerencia procede del análisis de los mecanismos perceptivos; en efecto, vemos en la pantalla como se “funden” en uno de los movimientos de los diversos objetos y de las diversas personas, así que de alguna forma también nosotros nos “fundimos” con ellos. La segunda sugerencia viene del tipo de individuo con el que nos identificamos: se trata por lo general del héroe o la heroína de la historia, con lo que se acostumbra a buscar una relación estrecha. La tercer sugerencia viene del análisis de las condiciones generales en que asistimos a la proyección: la relativa inmovilidad y el abandono en la butaca nos ayudan a perder la consciencia del cuerpo; la oscuridad y el aislamiento nos llevan a olvidar que estamos en una sala de exhibición; la agudeza del estimulo visual acentúa nuestra atención por lo que sucede en la pantalla; etc. El efecto es precisamente que el espectador suspende el reconocimiento de sí para reconocerse en el otro.

En vista de lo anterior, Valerie Solanas no encajaría con la típica heroína que se requeriría para hacer cumplir la segunda instancia necesaria en el proceso de reconocimiento descrito por Casseti. Sus antecedentes poco convencionales y su explosiva forma de ser la convierten en un hueso duro de roer tanto para los otros personajes como para el espectador. Es una protagonista femenina que difícilmente encontraríamos en un producto habitual de Hollywood, razón por la que llega hasta nosotros a través de una producción de corte independiente. Sin embargo, el hecho de que su punto de vista domina la narración y que estamos siendo expuestos cara a cara a los pasajes de su manifiesto, nos compromete a caer en la cuenta de que este es su territorio y que durante el tiempo en el que permanezcamos dentro de él tendremos que atenernos a su versión de los hechos. En cierto modo simbólico, estamos atrapados en su mundo.


En el mismo tenor, Patrick Bateman escapa al molde del típico asesino serial. Mata sin recurrir a un modus operandi establecido y no manifiesta preferencia por una clase especial de victima. Comenta sus crímenes con amigos, compañeros de trabajo e incluso completos desconocidos, solo para ver si realmente lo están escuchando. Cada uno de sus interlocutores lo ignora o cree que bromea. Para ejemplos, basta ver una escena que tiene lugar en un club nocturno, donde una modelo le pregunta a que se dedica y este responde: “Más que nada, me especializo en defunciones y asesinatos”, lo que ella confunde como “fusiones y adquisiciones”. La absoluta indiferencia que su entorno habitual parece manifestar hacía su racha de masacres lo lleva a un incremento gradual de la misma, puesto que su sed de sangre no procede de una patología, sino de una desesperada necesidad por darle sentido a su vacía existencia. Esto lo separa de otros psicópatas hollywoodenses como John Doe (Seven: Los Siete Pecados Capitales, Se7en, 1995, David Fincher) o Hanibal Lecter (El Silencio De Los Inocentes, The Silence Of The Lambs, 1991, Jonathan Demme), y por consiguiente de la narrativa cinematográfica tradicional. En consecuencia, se nos es negado un desenlace típico en el que pague por sus crímenes.

Similar a los fragmentos del manifiesto SCUM leídos por Valerie Solanas directamente a la cámara, Harron permite que el Bateman fílmico conserve la narración en off de su contraparte en la novela como un dispositivo especial para dejar bien en claro que su mirada es la que está al mando de los controles. Ya sea que sus acciones nos repulsen o no, tendremos que acompañarlo. Al elegir a estos personajes sin concesiones y ajenos a las expectativas de un cine inscrito en la hegemonía descrita por Kaplan y elegida como el blanco ideal para el feminismo de Millán, Mary Harron aporta su grano de arena en la liberación de la mujer cineasta hacía una mirada autónoma que verdaderamente pueda considerarse como propia.


CONTINUARÁ EN EL SIGUIENTE POST...

martes, 24 de febrero de 2009

DICCIONARIO DE LA LEAL ACADEMIA DE LA LENGUA YUCATECA


FO: Modismo empleado para manifestar sentimientos de desagrado o repulsión.

Equivalentes: !Fuchí!, !Guacala! y !Que asco!

Ejemplos: !!!!Fo!!! !Te apesta el pirix!

Nota importante: No confundir con Dario Fo, actor y dramaturgo italiano ganador del Premio Nobel, ya que se corre el riesgo de parecer huiro.